Colombia es un país que necesita
encontrar soluciones creativas a sus problemas inmediatos como la
pobreza, el conflicto armado, las deficiencias de competitividad en sus
empresas, la generación de alternativas para los desplazados y
reinsertados. Esto exige la presencia activa no solo de las
universidades sino de todo el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e
Innovación. Se requieren la presentación y desarrollo de ideas
aterrizadas que también sean solidarias con el medio en que vivimos. Un
requerimiento como este, implica un urgente llamado al cierre de la
notable brecha entre la teoría y la práctica donde el problema empeora
entre más se alejan los modelos abstractos académicos y la realidad que
demanda conocimiento popular local y también científico (Mejía, 2002).
La separación de estos dos aspectos se encuentra relacionada también con
la falta de pertenencia y compromiso por estudiar problemas del ámbito
regional; se enseñan y aprenden modelos foráneos y sobre supuestos y
casos de otros países; no se aprovecha la disponibilidad con la que se
cuenta directamente para hacer experimentación en campo, la vivencia y
la retroalimentación directa al trabajar sobre un escenario local (Cure y
Guerrero, 2006).